El pasado día 28 fuimos invitados a participar a la mesa 'Diversexx[y]s' enmarcada en las 'Jornadas creep-queer: Cuerpos abyectos entrelazando vidas', organizadas por el colectivo Somateca en el Museo Nacional Reina Sofía de Madrid. A continuación resumo la aportación de Sex Asistent a los principales temas tratados allí...
Las actuales alianzas entre colectivos discriminados sintetizan dos luchas históricas:
- La de los derechos civiles y sexuales en igualdad de oportunidades de las personas con diversidad funcional
- La de los movimientos disidentes al sometimiento político de los cuerpos por los estándares de belleza y de una sexualidad estandarizada. En esa rebelión al sometimiento del cuerpo y los derechos sexuales, por primera vez se visibilizan las personas con diversidad funcional como sujetos de derechos orgullosos de sus cuerpos diversos y en rebeldía ante modelos hegemónicos de cuerpos y de practicas sexuales.
La idea de divertad propuesta por Javier Romañach es vinculable al ámbito de la sexualidad. La idea persiguiría crear una sociedad diversa y, desde ella, una humanidad inclusiva.
En ese sentido, Sex Asistent es un agente de cambio, de transformación, de reveldía y de
resistencia al sometimiento del cuerpo, de la diversidad humana y de la sexualidad como dispositivo de control. Es un proyecto internacional, presente en 6 países (España, Argentina, Venezuela, Colombia y Francia), de índole académico y de investigación sobre sexualidad en diversidad con enfoque en DDHH y de promoción de la asistencia sexual como herramienta de empoderamiento e igualdad de oportunidades creado por
Silvina Peirano en 2012 en Barcelona a partir de los espacios de Mitología de la Sexualidad Especial y Sex Asistent y la Filosofía de Vida Independiente como base ideológica. Propiciamos espacios de acción y participación (encuentros, charlas, debates...) para la difusión de la figura del asistente sexual dentro del amplio marco referencial de la sexualidad, la diversidad funcional y la asistencia/acompañamiento sexual.
La relación que mantiene la sociedad con las personas con diversidad funcional suele ser de subordinación. Nosotros proponemos el empoderamiento de las personas con diversidad funcional a través de su sexualidad, y creemos que solo de esta forma dejaran de ser vistos como niños eternos y asexuados para pasar a ser considerados personas adultas empoderadas que toman decisiones entorno a su propia vida. Por lo tanto, la propuesta nos lleba a un modelo social de diversidad inclusiva y en divertad, es decir, en libertad y con
dignidad, en la que quepamos todas/os. Y eso es el primer paso para considerar a las personas con diversidad funcional como seres no solamente sexuados sinó como objeto de deseo,
porque la diversidad quedará asimilada socialmente como algo natural.
Además, este proyecto aporta a la sociedad en general un replanteamiento de los modelos de sexualidad-es y de entender y asimilar la diveridad humana, porque la sexualidad es diversa en si misma.
Cuando hablamos de asistencia o acompañamiento sexual no inventamos nada. Simplemente pretendemos ampliar unos derechos ya existentes hacia el colectivo de personas con diversidad funcional, en base a las solicitudes de sus protagonistas empoderados y orgullosos de su cuerpo. En ningún caso, debe de ser considerada la única opción sexual para estas personas.
Como opción libre, independiente e informada es una alternativa para aquellas personas con diversidad funcional que no pueden satisfacer sus necesidades sexuales o que encuentran grandes dificultades para lograrlo. Todas las personas somos seres sexuados y tenemos el derecho y la necesidad de disfrutar de relaciones sexuales plenas, saludables y placenteras. Por desgracia, existe un porcentaje muy alto de personas con diversidad funcional que no tiene acceso a compartir su sexualidad con otra persona y, a menudo, ni siquiera acceso a su propio cuerpo.
En ese sentido la asistencia sexual no es un fin en si mismo, sino un medio para ayudar a cada persona a encontrar la manera de vivir su sexualidad. No se trata simplemente de cubrir una necesidad inmediata, sino de descubrir, de sentir, de desear y ser deseado, de autoestima, de empoderamiento... Con la creación de la figura del asistente sexual se demuestra que las personas con diversidad funcional, por el echo de serlo, no tienen problemas para ejercer sus derechos sexuales siempre y cuando cuenten con los apoyos técnicos y/o humanos necesarios. Cualquier problema en este sentido es derivado de la discriminación, el apartheid y la anulación de la personalidad a la que a menudo son sometidos y que no les permite vivir en comunidad y en igualdad de oportunidades, y también por el rechazo social hacia sus cuerpos alejados de los estándares estéticos. Por lo tanto, no son susceptibles de terapias relacionadas con su sexualidad por el mero hecho de ser diferentes a la mayoría estadística.
En cuanto a si la asistencia sexual es o no prostitución creemos que es un debate estéril, porque hay tantas opiniones y matices como personas. La asistencia sexual es, ante todo, un acuerdo libre entre dos personas y, como tal, debe de ser respetado y no ser tratado únicamente desde las creencias éticas, morales y religiosas de terceras personas. Por ese mismo motivo, tampoco vemos viable esperar a que la figura del asistente sexual se normalice y regularice. Si consideramos que los derehos sexuales son un derecho humano (así lo reconoce la OMS) no necesitamos la aprovación de nadie para ejercerlos. De lo contrario, los prejuicios morales asfixiarian el desarrollo personal de todo un colectivo de personas discriminadas por su diversidad funcional.
Lo que está claro es que el concepto de prostitución debería de ser revisado. Este no es más que un oficio en el cual una persona decide realizar un trabajo especializado con su propio cuerpo a cambio de una retribución económica. Pero es que eso es exactamente lo que se hace en toda relación laboral. Con la coyuntura socioeconómica actual, gracias a la cual la explotación laboral se generaliza en pro de la productividad y el beneficio desmesurado, se ven obligadas a 'prostituirse' millones de vidas a cambio de salarios irrisorios y condiciones laborales denigrantes.
Los biopoderes han trasgiversado la personalidad, como rasgo identitario y diferenciador del resto de inviduos, con la identificación del individuo mediante su cuerpo dominado por los poderes médicos y estéticos de sometimiento del cuerpo. Y es en ese error dónde se confunden los términos, pues en cualquiera de los servicios sexuales de pago, el que contrata el servicio no paga para comprar al trabajador del sexo, ni tampoco su cuerpo entendido cómo objeto, sino el servicio que ofrece. Y si el problema es que ese trabajador muestra su cuerpo desnudo, también lo hacen voluntariamente muchas otras personas desde sus respectivas profesiones, por ejemplo actores y actrices, y nadie se rasga las vestiduras por ello.
Por su parte, el orígen etimológico de la palabra 'asistir' hace referencia tanto a "estar presente" como "ayudar". Sin embargo, la nomenclatura 'asistente/a' se asimila demasiado a 'asistencialismo', que es precisamente justo lo contrario que se pretende con la Filosofía de Vida Independiente con la figura del asistente/a personal. Para evitar malos entendidos y confusiones, consideramos que deberían también revisarse esos términos para adecuarlos a lo que realmente se refieren sin que haya ninguna ambigüedad: ayudas humanas para que las personas con diversidad funcional tengan igualdad de oportunidades.
El nombre pues de asistencia sexual se usa por analogía ideológica. Esta actividad existe y es legal desde hace casi 30 años, mucho antes de que en España ni siquiera se hablara de asistencia personal para personas con diversidad funcional. Nosotros consideramos que las dos figuras laborales no deben de recaer en la misma persona. Primero porque nadie tiene derecho a saberlo todo de una misma persona, vulnerándose así el derecho a la intimidad de las personas con diversidad funcional.
Segundo, porque vinvular la asistencia sexual a la asistencia personal supondría una discriminación dentro de la discriminación. Actualmente, los beneficiarios en España de un servicio de asistencia personal son una inmensa minoria. Por lo tanto, vinculadar las dos cosas supondría una exclusión dentro de la exclusión como es la diversidad funcional respecto al conjunto de la sociedad.
Y tercero, porque al ser una relación laboral en la que el 'asistido' se encuentra en una relación laboral de poder (es el que selecciona y contrata mediante pago directo), podrían crearse relaciones de dominación invertidas. Para evitarlas, mientras que la relación laboral con el asistente personal si que puede ser contractual por periodos largos y sus quehaceres estan más o menos claros, el asistente sexual solo podría ser contratada para realizar un servicio concreto y determinado en el tiempo para garantizar los derechos por ambas partes.
Cuando hablamos de asistencia o acompañamiento sexual no inventamos nada. Simplemente pretendemos ampliar unos derechos ya existentes hacia el colectivo de personas con diversidad funcional, en base a las solicitudes de sus protagonistas empoderados y orgullosos de su cuerpo. En ningún caso, debe de ser considerada la única opción sexual para estas personas.
Como opción libre, independiente e informada es una alternativa para aquellas personas con diversidad funcional que no pueden satisfacer sus necesidades sexuales o que encuentran grandes dificultades para lograrlo. Todas las personas somos seres sexuados y tenemos el derecho y la necesidad de disfrutar de relaciones sexuales plenas, saludables y placenteras. Por desgracia, existe un porcentaje muy alto de personas con diversidad funcional que no tiene acceso a compartir su sexualidad con otra persona y, a menudo, ni siquiera acceso a su propio cuerpo.
En ese sentido la asistencia sexual no es un fin en si mismo, sino un medio para ayudar a cada persona a encontrar la manera de vivir su sexualidad. No se trata simplemente de cubrir una necesidad inmediata, sino de descubrir, de sentir, de desear y ser deseado, de autoestima, de empoderamiento... Con la creación de la figura del asistente sexual se demuestra que las personas con diversidad funcional, por el echo de serlo, no tienen problemas para ejercer sus derechos sexuales siempre y cuando cuenten con los apoyos técnicos y/o humanos necesarios. Cualquier problema en este sentido es derivado de la discriminación, el apartheid y la anulación de la personalidad a la que a menudo son sometidos y que no les permite vivir en comunidad y en igualdad de oportunidades, y también por el rechazo social hacia sus cuerpos alejados de los estándares estéticos. Por lo tanto, no son susceptibles de terapias relacionadas con su sexualidad por el mero hecho de ser diferentes a la mayoría estadística.
En cuanto a si la asistencia sexual es o no prostitución creemos que es un debate estéril, porque hay tantas opiniones y matices como personas. La asistencia sexual es, ante todo, un acuerdo libre entre dos personas y, como tal, debe de ser respetado y no ser tratado únicamente desde las creencias éticas, morales y religiosas de terceras personas. Por ese mismo motivo, tampoco vemos viable esperar a que la figura del asistente sexual se normalice y regularice. Si consideramos que los derehos sexuales son un derecho humano (así lo reconoce la OMS) no necesitamos la aprovación de nadie para ejercerlos. De lo contrario, los prejuicios morales asfixiarian el desarrollo personal de todo un colectivo de personas discriminadas por su diversidad funcional.
Lo que está claro es que el concepto de prostitución debería de ser revisado. Este no es más que un oficio en el cual una persona decide realizar un trabajo especializado con su propio cuerpo a cambio de una retribución económica. Pero es que eso es exactamente lo que se hace en toda relación laboral. Con la coyuntura socioeconómica actual, gracias a la cual la explotación laboral se generaliza en pro de la productividad y el beneficio desmesurado, se ven obligadas a 'prostituirse' millones de vidas a cambio de salarios irrisorios y condiciones laborales denigrantes.
Los biopoderes han trasgiversado la personalidad, como rasgo identitario y diferenciador del resto de inviduos, con la identificación del individuo mediante su cuerpo dominado por los poderes médicos y estéticos de sometimiento del cuerpo. Y es en ese error dónde se confunden los términos, pues en cualquiera de los servicios sexuales de pago, el que contrata el servicio no paga para comprar al trabajador del sexo, ni tampoco su cuerpo entendido cómo objeto, sino el servicio que ofrece. Y si el problema es que ese trabajador muestra su cuerpo desnudo, también lo hacen voluntariamente muchas otras personas desde sus respectivas profesiones, por ejemplo actores y actrices, y nadie se rasga las vestiduras por ello.
Por su parte, el orígen etimológico de la palabra 'asistir' hace referencia tanto a "estar presente" como "ayudar". Sin embargo, la nomenclatura 'asistente/a' se asimila demasiado a 'asistencialismo', que es precisamente justo lo contrario que se pretende con la Filosofía de Vida Independiente con la figura del asistente/a personal. Para evitar malos entendidos y confusiones, consideramos que deberían también revisarse esos términos para adecuarlos a lo que realmente se refieren sin que haya ninguna ambigüedad: ayudas humanas para que las personas con diversidad funcional tengan igualdad de oportunidades.
El nombre pues de asistencia sexual se usa por analogía ideológica. Esta actividad existe y es legal desde hace casi 30 años, mucho antes de que en España ni siquiera se hablara de asistencia personal para personas con diversidad funcional. Nosotros consideramos que las dos figuras laborales no deben de recaer en la misma persona. Primero porque nadie tiene derecho a saberlo todo de una misma persona, vulnerándose así el derecho a la intimidad de las personas con diversidad funcional.
Segundo, porque vinvular la asistencia sexual a la asistencia personal supondría una discriminación dentro de la discriminación. Actualmente, los beneficiarios en España de un servicio de asistencia personal son una inmensa minoria. Por lo tanto, vinculadar las dos cosas supondría una exclusión dentro de la exclusión como es la diversidad funcional respecto al conjunto de la sociedad.
Y tercero, porque al ser una relación laboral en la que el 'asistido' se encuentra en una relación laboral de poder (es el que selecciona y contrata mediante pago directo), podrían crearse relaciones de dominación invertidas. Para evitarlas, mientras que la relación laboral con el asistente personal si que puede ser contractual por periodos largos y sus quehaceres estan más o menos claros, el asistente sexual solo podría ser contratada para realizar un servicio concreto y determinado en el tiempo para garantizar los derechos por ambas partes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario