miércoles, 5 de julio de 2017

Modelos de la sexualidad

La asistencia sexual no se puede entender, ni teorizar, sin comprender qué es la sexualidad y qué son las relaciones libres, informadas y consentidas. La verdadera libertad sexual radica en ello, sin necesidad de exponer tu intimidad para que otros(s) te concedan unos supuestos derechos (sexuales) que ya van 'de serie' por ser derechos humanos. 

Lo que nos iguala como individuos de pleno derecho no son propiamente los derechos, sino la igualdad de oportunidades para ejercerlos. Y en un mundo capacitista, los peor situados para ejercerlos son las personas con diversidad funcional. De ahí la importancia de la figura del asistente sexual, entendida como una herramienta de resilencia para la transformación social, y no como una finalidad en sí misma. 


miércoles, 12 de abril de 2017

Cinco contramitos sobre la “asistencia sexual”

Una vez leído el artículo titulado 'Cinco mitos sobre la "asistencia sexual"', según el cual la asistencia sexual es prescindible, nos reafirmamos en la idea de que es necesaria como motor para un cambio de paradigma, ya no solo en las concepciones y relaciones de la sociedad con las personas con diversidad funcional, sino también en la revisión de las ideas acerca de las libertades sexuales a partir del propio cuerpo.

No creo que sea importante decirlo, pero soy una persona con diversidad funcional, es decir, mi cuerpo funciona diferente que el de la mayoría estadística, pero no soy/estoy menos capacitado que nadie, entre otras cosas porque las capacidades no son tan importantes. Lo que verdaderamente importa es la dignidad intrínseca por el echo de ser persona. Y esa dignidad pasa, en buena medida, por tener igualdad de oportunidades en todos los ámbitos. 

En ese sentido, la asistencia sexual trata de dotar de oportunidades, no de restringirlas.

En el texto citado se puede leer: “(...) el sexo, o el placer sexual, no es una necesidad, y por tanto, no es un derecho. Es un deseo. Se puede vivir sin sexo”.

El derecho no es a tener sexo, es a tener igualdad de oportunidades. Y las PDF no lo tienen debido a la discriminación social hacia sus cuerpos alejados de las normas, de sus formas de hacer que ahogan la riqueza expresiva de la diversidad y esos estereotipos de belleza que excluyen, marginan y estereotipan las corporalidades que se alejan de la normalidad.

Y una sociedad avanzada y justa, que procura igualdad de oportunidades independientemente de las especificidades de cada persona, debe de procurar dar respuesta a las necesidades de todos, no solamente a los más o mejor dotados biológicamente.

La asistencia sexual no tiene nada que ver con la prostitución”.

Sea o no sea una forma de prostitución (prostitución convencional seguro que no es), este es un tema que afecta a dos cuestiones: la moral y la libertad individual del individuo que pretende sacar lucro de su propio cuerpo. Y, en ese sentido, no existe ninguna diferencia con cualquier otro trabajador/a. Porque si es prostitución trabajar con tu propio cuerpo... que prohíban todos los trabajos!!
Porque, para ser justos (en sentido de equidad), cuando hablamos de explotación deberíamos de hacerlo en términos laborales. No es un fenómeno que se de solamente entre los/as trabajadores sexuales. Lo vemos sometidos cada día en los supermercados, las obras, las oficinas... afectando tanto a hombres como a mujeres de todo tipo. ¿Eso si lo consentimos porque no van desnudos ni nadie les toca su cuerpo a cambio de dinero? Y eso me deja más que pensar que la lucha abolicionista es una lucha de moralidades, no de derechos.

Los servicios sexuales del tipo que sean, y sean o no usados por personas con diversidad funcional, no solamente son usados por varones. ¡Eso si que es un mito! También hay mujeres que los usan. Forma parte de las libertades individuales.

Las personas con discapacidad, si no es mediante la asistencia sexual, jamás sentirían placer”.

La asistencia sexual no es la única opción sexual reservada para las personas con diversidad funcional. Pero si es útil para aquellas que no pueden satisfacer sus necesidades sexuales de otra forma debido a la discriminación social.

Las necesidades son muy variadas. Tu solo te refieres a las vitales. La sexualidad puede que no sea una necesidad vital necesaria para no morir, pero si lo es tanto y cuanto es una herramienta que enaltece nuestra autoestima, sociabilidad y nuestra imagen personal, para nosotros y para los demás. Además es una forma de comunicación emocional entre iguales. Porque en sexualidad no hay “dis”. De echo, la sexualidad es lo que más puede hacer entender la diversidad funcional, porque toda ella es diversa en si misma.


Oponerse a la asistencia sexual [no] supone una discriminación y un ataque directo a quien sufre una discapacidad.”

El echo de que la asistencia sexual (en castellano) sea considerada la única opción sexual reservada para las personas con diversidad funcional es una atribución ficticia. No solamente eso, sinó que entendida como una herramienta, no solamente como una finalidad en si misma, la asistencia sexual puede conducirnos a una sociedad que asimile a las personas con diversidad funcional como seres sexuados y, por lo tanto, personas adultas empoderadas que toman decisiones sobre su vida. Y eso es la antesala a que sean consideradas sujetos de deseo sexual, lejos de la idea estereotipada de “niños eternos” y, por lo tanto, “asexuados”, porque se valorará a la persona por lo que hace o dice, no por sus atributos.

No es necesario abordar este tema con perspectiva de género”.

Esta también es una atribución ficticia, un mito inexistente. Cuantificar nos empobrece; lo importante es dar oportunidades, tanto a hombres como a mujeres, heteresexuales y homosexuales.

No tiene ningún sentido decir “la perspectiva de género es fundamental” y cuantificar para luego afirmar taxativamente “tampoco una mujer debe demandar dichos servicios”, porque es querer controlar la vida de los demás.

La sexualidad en diversidad funcional siempre ha estado controlada y dirigida por terceras personas. La asistencia sexual, desde la autogestión, es la oportunidad para que éstas puedan empoderarse a través de algo tan importante para autoafirmación personal como es la sexualidad.

En lugar de hablar de “hombres privilegiados” refiriéndose a los posibles clientes de éste servicio, más bien deberíamos de entenderlo como una medida transitoria de discriminación positiva, la misma que es usada, por ejemplo, para hacer listas electorales paritarias porque se entiende, que si no se toman este tipo de medidas, las mujeres tienen menos oportunidades de formar parte de ellas en una sociedad discriminatoria.


La sexualidad es intercambiable como lo puede ser cualquier cosa o servicio. Porque sexualidad, del tipo que sea, es un acuerdo entre dos personas, haya o no dinero de por medio. Lo que no podemos es decir que la persona que ofrece servicios sexuales de pago vende su cuerpo a cambio de dinero, porque no lo hace; ofrece un servicio. Ni tampoco podemos confundir sexualidad con placer, deseo y amor. Son cosas diferentes y que no tienen porque coincidir en un mismo momento.  

lunes, 7 de diciembre de 2015

Diagrama de flujo sobre la asistencia sexual

La asistencia sexual será lo que las propias personas con diversidad funcional quieran que sea, libres de estereotipos, prejuicios, mitos, leyendas, ética, religión... y llevada a término desde la autogestión, para que terceras personas NO decidan por ellos; controlando, dirigiendo o limitando la libre expresión de la sexualidad en diversidad.
Si no somos capaces de aprovechar la oportunidad para hacer de la asistencia sexual una herramienta, una oportunidad, para fortalecer derechos, valores y principios de las personas con diversidad funcional, como son los DHSR, la autonomía personal y la autonomía moral, la autodeterminación, el empoderamiento, la dignidad, la intimidad, la calidad de vida, la salud... habremos perdido la ocasión de crear una sociedad más justa, más igualitaria, más comprometida y respetuosa con la dignidad de la diversidad humana.




Diagrama de flujo sobre la asistencia sexual como un servicio para el empoderamiento de las personas con diversidad funcional y un cambio de paradigma social en relación a esa realidad humana llamada habitualmente 'discapacidad' y que no es más que un tema de diversidad humana.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Código de buenas prácticas profesionales de sexualidad y diversidad funcional

El 'Código de buenas prácticas profesionales de sexualidad y diversidad funcional', de Sex Asistent, en colaboración con ANSSYD, y con prólogo de Félix López Sánchez, Catedrático de Psicología de la Sexualidad de la Universidad de Salamanca, está a disposición de quien quiera consultarlo en la página web de sendas organizaciones a partir del próximo lunes 23 de noviembre. A partir de ahora, también desde éste blog.

A juicio de Sex Asistent, el 'Código...' hace una aportación importante: acerca las reivindicaciones históricas de los activitas por los DDHH de las personas con diversidad funcional al colectivo de profesionales que trabajan entorno a éstas personas desde la Bioética.

La ética y la praxis son fundamentales para el cumplimiento de los derechos, pues por si mismos, son papel mojado si no hay políticas efectivas que los desarrollen. Por eso es tan importante el nivel de desarrollo que tengan los derechos en un estado del bienestar para que realmente puedan ser ejercidos por sus beneficiarios, y que ello se haga en igualdad de oportunidades. 

Para ello, es fundamental una ética en la praxis profesional que situe en el centro a la persona empoderada y que preserve, no solo sus derechos, sinó su dignidad intrínseca ya que, como protagonista de su vida, es el que debe de tomar las decisiones que le atañan, en la medida en que cada uno pueda y con las ayudas que le sean necesarias para ello.




El 'Código...' es consultable desde éste enlace: http://goo.gl/knUXnc


martes, 4 de agosto de 2015

Diario de un puto: La discapacidad del sexo

Hace un tiempo recibí al WhatsApp un mensaje de un chico explicándome que no caminaba. Yo nunca había atendido a una persona en silla de ruedas. Mis clientes hasta ese momento eran personas con todas sus capacidades motrices en “buen estado” y, para ser sincero, me provocaba mucho nerviosismo atender por primera vez a un cliente con “movilidad reducida”. Quise decirle que sí de inmediato. Me resultaba incómodo tanto para él como para mí tener que evidenciar mucho su particular diferencia.

La prostitución exige ciertos niveles de funcionalidad corporal. Cuando ofrezco mis servicios se supone que ofrezco un cumplimiento con las normas establecidas de belleza y salud. De parte de los clientes, basta con tener dinero. Poco debe importarme como puto si quien me paga tiene algo que ver con mis gustos personales. Pero en Chile la sexualidad de ciertas personas parece no existir, y eso provoca situaciones para las que uno no siempre está preparado.
Hace un tiempo recibí al WhatsApp un mensaje de un chico explicándome que no caminaba. Yo nunca había atendido a una persona en silla de ruedas. Mis clientes hasta ese momento eran personas con todas sus capacidades motrices en “buen estado” y, para ser sincero, me provocaba mucho nerviosismo atender por primera vez a un cliente con “movilidad reducida”. Quise decirle que sí de inmediato. Me resultaba incómodo tanto para él como para mí tener que evidenciar mucho su particular diferencia.
Con toda esa inseguridad de puto inexperto esperé que llegara. Puse pornografía para precalentarme. Cuando llegó, solo tuve que abrirle la puerta y esperar mientras él entraba con su silla. Estaba muy perfumado y su sonrisa ansiosa me calmó un poco los nervios, que en el fondo eran los nervios de toda primera vez. Le ofrecí algo para beber, pero prefirió pasar de inmediato al dormitorio. Sus movimientos eran muy decididos y mientras me pasaba el dinero, me pidió que solo me preocupara por metérselo bien. Se quitó la ropa sentado en su silla. Yo por cortesía le ofrecí desabrocharle las zapatillas, pero no quiso. Me fui relajando a medida que fue demostrándome lo autónomo que resultaba ser. Tuve temor de no poder funcionar, pero no me costó mucho calentarme al verlo recostado boca abajo sobre la cama. Sus instrucciones fueron que le partiera el culo sin consideraciones particulares. Tenía la fantasía de ser abusado. “No podré escaparme de ti, Camilo”. Quiso que atara sus manos a la cama y que le abriera un poco más las piernas “para que entre entero, sin lástima”. Fui todo lo brusco que me pidió ser. Me provocaba mucho tener ese control sobre su cuerpo.
La fantasía del abuso sexual no es lo mismo con un cliente que puede ponerse de pie en cualquier momento. Si no hubiera sido por su insistencia en ese sometimiento, todo el imaginario lastimero de la Teletón con las personas “discapacitadas” no me habría permitido complacerlo. Quiso que acabara sobre su cara, pero que lo siguiera penetrando con mis dedos. No desamarré sus manos hasta después de chorrear en su sonrisa ansiosa. Él no necesitaba eyacular para quedar satisfecho.
Mientras se vestía me contó lo difícil que le resultaba encontrar putos que quisieran atenderlo. Sus padres seguían sobreprotegiéndolo, espantándole toda posibilidad de sexo; las pocas veces que ha follado han sido pagadas y a escondidas de la familia. Odiaba a Don Francisco y toda esa compasión de un país que se supone solidario, pero que se olvida de ciertos disfrutes sexuales. Cuando se montó en su silla le agradecí la experiencia y le regalé un beso. Le abrí la puerta y me dijo que los putos no besábamos clientes, que no hiciera la diferencia con él. Le encontré toda la razón y cerré la puerta. Hacía tiempo que no sentía toda esa satisfacción que siente un puto en sus primeras veces.

Publicado origialmente por el prostituto, escritor y activista de CUDS, Josecarlx Henriquez Silva, el 4 de agosto de 2015, en The Clinic Online.  

miércoles, 8 de julio de 2015

La autogestión no es un capricho, es una necesidad

Cuestionar el modelo de autogestión en relación a servicios de asistencia sexual para personas con diversidad funcional es posicionarse del lado de los servicios especializados que separan entre 'normales' y personas etiquetadas como 'discapacitadas' y, por consiguiente, discriminadas y excluidas socialmente en todos los ámbitos. O incluso desde ellos mismos.

Si entendemos la figura del asistente sexual como una herramienta para el empoderamiento personal, como su homónima, la del asistente personal, pero en materia de sexualidad, entonces no es posible hacer distinción ni categorias entre los usuarios de estos servicios en función de las diferentes diversidades funcionales existentes. Eso sería una contradicción partiendo de la idea de que la diversidad funcional es una contrucción sociológica que etiqueta aquello que en realidad es una cuestión de diversidad humana.

Foto: Centro Ocupacional Taller Rafael para Personas con Discapacidad Intelectual

Todo el mundo es capaz de tomar decisiones sobre su propia vida, cada uno en la medida de sus posibilidades, y contando con la ayuda de apoyos técnicos y humanos, como por ejemplo lo es la asistencia personal. Pensar lo contrario nos reconduce hacia los estereotipos de normalidad, que no son más que consensos culturales.

Además de la posibilidad de asistente personal, las personas que la sociedad considera que no pueden decidir algunas cosas por si mismos cuentan con la protección de su tutor, el cual, bien entendido, debe de ayudar en la toma de decisiones y procurar que estas no causen agrabio alguno a la persona con diversidad funcional. Lo que en ningún caso debería de producirse es la cerceneración de determinados derechos, como pueden ser los derechos sexuales, con el fín de sobreproteger. Si eso sucede, el problema es ajeno a lo que es la propia diversidad funcional. En cualquier caso, el tutor estaría a día de hoy autorizado a prohibir el uso de un servicio de asistencia sexual, lo cual no justificaría en ningún caso que una tercera persona sea la que decida quién es su pareja sexual porque la propia persona beneficiaria del servicio puede escoger según sus criterios, como hacen los 'normales', pero que seguro que no son los mismos criterios que establecen las leyes de la normalidad médica y/o psicológica.

Tampoco se puede confundir autogestión con el derecho a la vida independiente, que no es hacerlo todo por uno mismo, sinó el derecho a decidir por uno mismo y a tomar las riendas sobre la propia vida, cada uno en la medida que pueda y con las ayudas necesarias para hacerlo.

Que todos somos interdependientes en esta sociedad altamente especializada es incuestionable, pero no por ello tenemos que abdicar a la toma de decisiones que atañan a nuestra propia vida. Hacerlo sería como dejar que otro decidiera cada día qué ropa nos ponemos, qué comemos o con quien tenemos que tener relaciones sexuales, cuando, de qué manera, con cuanta frecuencia...

Por lo tanto, quién no está por la autogestión está por el asistencialismo, la caridad, la anulación de la personalidad, la sobreprotección, la dependencia, la patologización, el aniquilamiento de la diversidad, el apartheid... y no por la riqueza de la diversidad humana y sexual desde la libertad personal y la autodeterminación.

Defender una sexualidad controlada y dirijida por terceras personas no conduce a ningún cambio respecto a la sexualidad que ya tienen (o no) la mayoría de personas con diversidad funcional, solo a un acceso anecdótico a la sexualidad de unas cuantas decenas de personas y a un cambio en las arcas de unos pocos que se erigen como subclase a costa de los más deviles, creando un problema de endodiscriminación dentro del colectivo de personas discriminadas por su diversidad funcional.

La figura del asistente sexual tiene que ser una herramienta (y no una finalidad en si misma) precisamente para que cambie la visión que la sociedad tiene respecto a las personas con diversidad funcional (niños eternos y asexuados) y, a través de ese cambio en la percepción social, se establezcan relaciones entre iguales y no desiguales y de dependencia. Y si no es así, no mejoramos la igualdad de oportunidades, los derechos y la dignidad de todas las personas etiquetadas como 'discapacitadas' independientemente de que elijan o no usar esta opción sexual desde la libertad y la intimidad personal.

Además, el modelo de autogestión también es beneficioso para la dignidad y los derechos (laborales, civiles, del contribuyente...) de las personas que ejerzan la asistencia sexual como profesión, pues les proporciona autonomía laboral, evitando así problemas de trata y esclavitud sexual, tan vinculados a los servicios sexuales.

domingo, 21 de junio de 2015

Inclusión a través de la aceptación vs. empoderamiento



Cuando la inclusión solo es posible a través de la aceptación de los demás, solo queda un camino: el empoderamiento
Lo que pasa después es esto...