Una vez leído el artículo titulado 'Cinco mitos sobre la "asistencia sexual"', según el cual la asistencia sexual es prescindible, nos reafirmamos en la idea de que es necesaria como motor para un cambio de paradigma, ya no solo en las concepciones y relaciones de la sociedad con las personas con diversidad funcional, sino también en la revisión de las ideas acerca de las libertades sexuales a partir del propio cuerpo.
No creo que sea
importante decirlo, pero soy una persona con diversidad funcional, es
decir, mi cuerpo funciona diferente que el de la mayoría
estadística, pero no soy/estoy menos capacitado que nadie, entre otras
cosas porque las capacidades no son tan importantes. Lo que
verdaderamente importa es la dignidad intrínseca por el echo de ser
persona. Y esa dignidad pasa, en buena medida, por tener igualdad de oportunidades en todos los ámbitos.
En ese sentido, la asistencia sexual trata
de dotar de oportunidades, no de restringirlas.
En el texto citado se puede leer: “(...) el sexo, o el
placer sexual, no es una necesidad, y por tanto, no es un derecho. Es
un deseo. Se puede vivir sin sexo”.
El derecho no es a tener
sexo, es a tener igualdad de oportunidades. Y las PDF no lo tienen
debido a la discriminación social hacia sus cuerpos alejados de las
normas, de sus formas de hacer que ahogan la riqueza expresiva de la
diversidad y esos estereotipos de belleza que excluyen, marginan y
estereotipan las corporalidades que se alejan de la normalidad.
Y una sociedad avanzada y
justa, que procura igualdad de oportunidades independientemente de
las especificidades de cada persona, debe de procurar dar respuesta a
las necesidades de todos, no solamente a los más o mejor dotados
biológicamente.
“La asistencia
sexual no tiene nada que ver con la prostitución”.
Sea o no sea una forma de
prostitución (prostitución convencional seguro que no es), este es
un tema que afecta a dos cuestiones: la moral y la libertad
individual del individuo que pretende sacar lucro de su propio
cuerpo. Y, en ese sentido, no existe ninguna diferencia con cualquier
otro trabajador/a. Porque si es prostitución trabajar con tu propio
cuerpo... que prohíban todos los trabajos!!
Porque, para ser justos
(en sentido de equidad), cuando hablamos de explotación deberíamos
de hacerlo en términos laborales. No es un fenómeno que se de
solamente entre los/as trabajadores sexuales. Lo vemos sometidos cada
día en los supermercados, las obras, las oficinas... afectando tanto
a hombres como a mujeres de todo tipo. ¿Eso si lo consentimos porque
no van desnudos ni nadie les toca su cuerpo a cambio de dinero? Y eso
me deja más que pensar que la lucha abolicionista es una lucha de
moralidades, no de derechos.
Los servicios sexuales
del tipo que sean, y sean o no usados por personas con diversidad
funcional, no solamente son usados por varones. ¡Eso si que es un
mito! También hay mujeres que los usan. Forma parte de las
libertades individuales.
“Las personas con
discapacidad, si no es mediante la asistencia sexual, jamás
sentirían placer”.
La asistencia sexual no
es la única opción sexual reservada para las personas con
diversidad funcional. Pero si es útil para aquellas que no pueden
satisfacer sus necesidades sexuales de otra forma debido a la
discriminación social.
Las necesidades son muy
variadas. Tu solo te refieres a las vitales. La sexualidad puede que
no sea una necesidad vital necesaria para no morir, pero si lo es
tanto y cuanto es una herramienta que enaltece nuestra autoestima,
sociabilidad y nuestra imagen personal, para nosotros y para los
demás. Además es una forma de comunicación emocional entre
iguales. Porque en sexualidad no hay “dis”. De echo, la
sexualidad es lo que más puede hacer entender la diversidad
funcional, porque toda ella es diversa en si misma.
“Oponerse
a la asistencia sexual [no] supone una discriminación y un ataque
directo a quien sufre una discapacidad.”
El echo de que la
asistencia sexual (en castellano) sea considerada la única opción
sexual reservada para las personas con diversidad funcional es una
atribución ficticia. No solamente eso, sinó que entendida como una
herramienta, no solamente como una finalidad en si misma, la
asistencia sexual puede conducirnos a una sociedad que asimile a las
personas con diversidad funcional como seres sexuados y, por lo
tanto, personas adultas empoderadas que toman decisiones sobre su
vida. Y eso es la antesala a que sean consideradas sujetos de deseo
sexual, lejos de la idea estereotipada de “niños eternos” y, por
lo tanto, “asexuados”, porque se valorará a la persona por lo
que hace o dice, no por sus atributos.
“No es necesario
abordar este tema con perspectiva de género”.
Esta también es una
atribución ficticia, un mito inexistente. Cuantificar nos empobrece;
lo importante es dar oportunidades, tanto a hombres como a mujeres,
heteresexuales y homosexuales.
No tiene ningún sentido
decir “la perspectiva de género es fundamental” y
cuantificar para luego afirmar taxativamente “tampoco una mujer
debe demandar dichos servicios”, porque es querer controlar la
vida de los demás.
La sexualidad en
diversidad funcional siempre ha estado controlada y dirigida por
terceras personas. La asistencia sexual, desde la autogestión, es la
oportunidad para que éstas puedan empoderarse a través de algo tan
importante para autoafirmación personal como es la sexualidad.
En lugar de hablar de
“hombres privilegiados” refiriéndose a los posibles
clientes de éste servicio, más bien deberíamos de entenderlo como
una medida transitoria de discriminación positiva, la misma que es
usada, por ejemplo, para hacer listas electorales paritarias porque
se entiende, que si no se toman este tipo de medidas, las mujeres
tienen menos oportunidades de formar parte de ellas en una sociedad
discriminatoria.
La sexualidad es
intercambiable como lo puede ser cualquier cosa o servicio. Porque
sexualidad, del tipo que sea, es un acuerdo entre dos personas, haya
o no dinero de por medio. Lo que no podemos es decir que la persona
que ofrece servicios sexuales de pago vende su cuerpo a cambio de
dinero, porque no lo hace; ofrece un servicio. Ni tampoco podemos
confundir sexualidad con placer, deseo y amor. Son cosas diferentes y
que no tienen porque coincidir en un mismo momento.