Cuestionar el modelo de
autogestión en relación a servicios de asistencia sexual para
personas con diversidad funcional es posicionarse del lado de los
servicios especializados que separan entre 'normales' y personas
etiquetadas como 'discapacitadas' y, por consiguiente, discriminadas
y excluidas socialmente en todos los ámbitos. O incluso desde ellos
mismos.
Si entendemos la figura
del asistente sexual como una herramienta para el empoderamiento
personal, como su homónima, la del asistente personal, pero en
materia de sexualidad, entonces no es posible hacer distinción ni
categorias entre los usuarios de estos servicios en función de las
diferentes diversidades funcionales existentes. Eso sería una
contradicción partiendo de la idea de que la diversidad funcional es
una contrucción sociológica que etiqueta aquello que en realidad es
una cuestión de diversidad humana.
Foto: Centro Ocupacional Taller Rafael para Personas con Discapacidad Intelectual |
Todo el mundo es capaz de
tomar decisiones sobre su propia vida, cada uno en la medida de sus
posibilidades, y contando con la ayuda de apoyos técnicos y humanos,
como por ejemplo lo es la asistencia personal. Pensar lo contrario
nos reconduce hacia los estereotipos de normalidad, que no son más
que consensos culturales.
Además de la posibilidad
de asistente personal, las personas que la sociedad considera que no
pueden decidir algunas cosas por si mismos cuentan con la protección
de su tutor, el cual, bien entendido, debe de ayudar en la toma de
decisiones y procurar que estas no causen agrabio alguno a la persona
con diversidad funcional. Lo que en ningún caso debería de
producirse es la cerceneración de determinados derechos, como pueden
ser los derechos sexuales, con el fín de sobreproteger. Si eso
sucede, el problema es ajeno a lo que es la propia diversidad funcional.
En cualquier caso, el tutor estaría a día de hoy autorizado a
prohibir el uso de un servicio de asistencia sexual, lo cual no
justificaría en ningún caso que una tercera persona sea la que
decida quién es su pareja sexual porque la propia persona
beneficiaria del servicio puede escoger según sus criterios, como
hacen los 'normales', pero que seguro que no son los mismos criterios que
establecen las leyes de la normalidad médica y/o psicológica.
Tampoco se puede confundir autogestión con el derecho a la vida
independiente, que no es hacerlo todo por uno mismo, sinó el derecho
a decidir por uno mismo y a tomar las riendas sobre la propia vida,
cada uno en la medida que pueda y con las ayudas necesarias para
hacerlo.
Que todos somos interdependientes en esta sociedad altamente especializada es
incuestionable, pero no por ello tenemos que abdicar a la toma de
decisiones que atañan a nuestra propia vida. Hacerlo sería como
dejar que otro decidiera cada día qué ropa nos ponemos, qué
comemos o con quien tenemos que tener relaciones sexuales, cuando, de
qué manera, con cuanta frecuencia...
Por lo tanto, quién no
está por la autogestión está por el asistencialismo, la caridad,
la anulación de la personalidad, la sobreprotección, la dependencia, la patologización, el aniquilamiento de la diversidad, el apartheid... y no por la
riqueza de la diversidad humana y sexual desde la libertad personal y
la autodeterminación.
Defender una sexualidad
controlada y dirijida por terceras personas no conduce a ningún
cambio respecto a la sexualidad que ya tienen (o no) la mayoría de
personas con diversidad funcional, solo a un acceso anecdótico a la
sexualidad de unas cuantas decenas de personas y a un cambio en las
arcas de unos pocos que se erigen como subclase a costa de los más
deviles, creando un problema de endodiscriminación dentro del
colectivo de personas discriminadas por su diversidad funcional.
La figura del asistente
sexual tiene que ser una herramienta (y no una finalidad en si misma)
precisamente para que cambie la visión que la sociedad tiene
respecto a las personas con diversidad funcional (niños eternos y
asexuados) y, a través de ese cambio en la percepción social, se
establezcan relaciones entre iguales y no desiguales y de
dependencia. Y si no es así, no mejoramos la igualdad de
oportunidades, los derechos y la dignidad de todas las personas
etiquetadas como 'discapacitadas' independientemente de que elijan o
no usar esta opción sexual desde la libertad y la intimidad
personal.