El cine es un fantástico expositor
para que la diversidad funcional deje de ser invisible. En este caso,
nos ha sorprendido favorablemente la película Gabrielle, una bonita
historia de amor entre dos personas con síndrome de Williams, pero
que es también la historia de una batalla por la dignidad, la
autonomía personal, con o sin apoyos, y el empoderamiento personal.
La película está protagonizada
por Gabrielle Marion-Rivard, una joven diagnosticada realmente con el
síndrome y que se alzó con el Premio a la Mejor Actriz en los
Canadian Screen Award. Le acompaña Alexandre Landry (Martin en la
película), que conquistó el Premio al Mejor Actor en el Festival de
Gijón. La película, de la directora y guionista Louis Archambault,
representó a Canadá en los Oscar de 2014 y ganó el Premio del Público en
el Festival de Locarno.
Martin y Gabrielle se enamoran y
quieren vivir su amor y su deseo sexual sin trabas de nadie. En este sentido, la
película muestra como la sexualidad de las personas con diversidad
funcional, en este caso intelectual, sigue siendo un gran tabú para
las famílias, las personas que trabajan a su alrededor y para la
sociedad en general, alimentado por falsas creencias y
desinformación. A través de sus distintos personajes, muestra los
interrogantes surjidos desde las diferentes convenciones sociales en
torno a la diversidad funcional. Las perspectivas de la madre de Martin, sobreprotectora y más conservadora en cuanto a la sexualidad en diversidad; la hermana de Gabrielle, consciente de sus ansias de libertad y autonomía, pero en el fondo llena de miedos e interrogantes; y las demandas y necesidades de la propia pareja de enamorados, la cinta propone una interesante reflexión acerca de la satisfacción de las necesidades innatas al ser humano lejos de lo comúnmente aceptado como “normal”. "¿Qué es la normalidad?" se cuestiona uno de sus personajes.
Para nosotros, lo más destacable de la película y que rompe tópicos es el tratamiento que hace de la sexualidad en personas con
diversidad funcional intelectual. Los encuentros entre Gabrielle y
Martin se exponen con realismo, sin pudor y sin el morbo amarillista al que nos tienen lamentablemente acostumbrados; sin embargo, si lo hace con sensibilidad, respeto y, lo más importante de todo, desde el punto de vista subjetivo y vivencial de sus
protagonistas, reflejando perfectamente sus emociones personales cuando estan chocan con los intereses de su entorno y los conflictos que se generan.
Una de las frases de la película
con las que nos quedamos es "todo el mundo tiene derecho a amar"
que reivindica la hermana de Gabrielle, frente al tan oído ya "sabes que no
es lo mismo para la gente como ellos" que dice la madre de
Martin. En ese sentido, la directora explica que "quise hablar
de la necesidad de libertad y de independencia de un discapacitado
intelectual cuya vida está altamente controlada por su familia y
diferentes profesionales médicos", y añadió: "Quería
que el público se adentrara en su vida cotidiana para poder apreciar
sus fuertes personalidades y, sobre todo, mostrar cómo sus deseos y
emociones son tan fuertes como los de cualquiera de nosotros. Que son
humanos y normales".