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miércoles, 5 de julio de 2017

Modelos de la sexualidad

La asistencia sexual no se puede entender, ni teorizar, sin comprender qué es la sexualidad y qué son las relaciones libres, informadas y consentidas. La verdadera libertad sexual radica en ello, sin necesidad de exponer tu intimidad para que otros(s) te concedan unos supuestos derechos (sexuales) que ya van 'de serie' por ser derechos humanos. 

Lo que nos iguala como individuos de pleno derecho no son propiamente los derechos, sino la igualdad de oportunidades para ejercerlos. Y en un mundo capacitista, los peor situados para ejercerlos son las personas con diversidad funcional. De ahí la importancia de la figura del asistente sexual, entendida como una herramienta de resilencia para la transformación social, y no como una finalidad en sí misma. 


lunes, 7 de diciembre de 2015

Diagrama de flujo sobre la asistencia sexual

La asistencia sexual será lo que las propias personas con diversidad funcional quieran que sea, libres de estereotipos, prejuicios, mitos, leyendas, ética, religión... y llevada a término desde la autogestión, para que terceras personas NO decidan por ellos; controlando, dirigiendo o limitando la libre expresión de la sexualidad en diversidad.
Si no somos capaces de aprovechar la oportunidad para hacer de la asistencia sexual una herramienta, una oportunidad, para fortalecer derechos, valores y principios de las personas con diversidad funcional, como son los DHSR, la autonomía personal y la autonomía moral, la autodeterminación, el empoderamiento, la dignidad, la intimidad, la calidad de vida, la salud... habremos perdido la ocasión de crear una sociedad más justa, más igualitaria, más comprometida y respetuosa con la dignidad de la diversidad humana.




Diagrama de flujo sobre la asistencia sexual como un servicio para el empoderamiento de las personas con diversidad funcional y un cambio de paradigma social en relación a esa realidad humana llamada habitualmente 'discapacidad' y que no es más que un tema de diversidad humana.

martes, 4 de agosto de 2015

Diario de un puto: La discapacidad del sexo

Hace un tiempo recibí al WhatsApp un mensaje de un chico explicándome que no caminaba. Yo nunca había atendido a una persona en silla de ruedas. Mis clientes hasta ese momento eran personas con todas sus capacidades motrices en “buen estado” y, para ser sincero, me provocaba mucho nerviosismo atender por primera vez a un cliente con “movilidad reducida”. Quise decirle que sí de inmediato. Me resultaba incómodo tanto para él como para mí tener que evidenciar mucho su particular diferencia.

La prostitución exige ciertos niveles de funcionalidad corporal. Cuando ofrezco mis servicios se supone que ofrezco un cumplimiento con las normas establecidas de belleza y salud. De parte de los clientes, basta con tener dinero. Poco debe importarme como puto si quien me paga tiene algo que ver con mis gustos personales. Pero en Chile la sexualidad de ciertas personas parece no existir, y eso provoca situaciones para las que uno no siempre está preparado.
Hace un tiempo recibí al WhatsApp un mensaje de un chico explicándome que no caminaba. Yo nunca había atendido a una persona en silla de ruedas. Mis clientes hasta ese momento eran personas con todas sus capacidades motrices en “buen estado” y, para ser sincero, me provocaba mucho nerviosismo atender por primera vez a un cliente con “movilidad reducida”. Quise decirle que sí de inmediato. Me resultaba incómodo tanto para él como para mí tener que evidenciar mucho su particular diferencia.
Con toda esa inseguridad de puto inexperto esperé que llegara. Puse pornografía para precalentarme. Cuando llegó, solo tuve que abrirle la puerta y esperar mientras él entraba con su silla. Estaba muy perfumado y su sonrisa ansiosa me calmó un poco los nervios, que en el fondo eran los nervios de toda primera vez. Le ofrecí algo para beber, pero prefirió pasar de inmediato al dormitorio. Sus movimientos eran muy decididos y mientras me pasaba el dinero, me pidió que solo me preocupara por metérselo bien. Se quitó la ropa sentado en su silla. Yo por cortesía le ofrecí desabrocharle las zapatillas, pero no quiso. Me fui relajando a medida que fue demostrándome lo autónomo que resultaba ser. Tuve temor de no poder funcionar, pero no me costó mucho calentarme al verlo recostado boca abajo sobre la cama. Sus instrucciones fueron que le partiera el culo sin consideraciones particulares. Tenía la fantasía de ser abusado. “No podré escaparme de ti, Camilo”. Quiso que atara sus manos a la cama y que le abriera un poco más las piernas “para que entre entero, sin lástima”. Fui todo lo brusco que me pidió ser. Me provocaba mucho tener ese control sobre su cuerpo.
La fantasía del abuso sexual no es lo mismo con un cliente que puede ponerse de pie en cualquier momento. Si no hubiera sido por su insistencia en ese sometimiento, todo el imaginario lastimero de la Teletón con las personas “discapacitadas” no me habría permitido complacerlo. Quiso que acabara sobre su cara, pero que lo siguiera penetrando con mis dedos. No desamarré sus manos hasta después de chorrear en su sonrisa ansiosa. Él no necesitaba eyacular para quedar satisfecho.
Mientras se vestía me contó lo difícil que le resultaba encontrar putos que quisieran atenderlo. Sus padres seguían sobreprotegiéndolo, espantándole toda posibilidad de sexo; las pocas veces que ha follado han sido pagadas y a escondidas de la familia. Odiaba a Don Francisco y toda esa compasión de un país que se supone solidario, pero que se olvida de ciertos disfrutes sexuales. Cuando se montó en su silla le agradecí la experiencia y le regalé un beso. Le abrí la puerta y me dijo que los putos no besábamos clientes, que no hiciera la diferencia con él. Le encontré toda la razón y cerré la puerta. Hacía tiempo que no sentía toda esa satisfacción que siente un puto en sus primeras veces.

Publicado origialmente por el prostituto, escritor y activista de CUDS, Josecarlx Henriquez Silva, el 4 de agosto de 2015, en The Clinic Online.  

miércoles, 8 de julio de 2015

La autogestión no es un capricho, es una necesidad

Cuestionar el modelo de autogestión en relación a servicios de asistencia sexual para personas con diversidad funcional es posicionarse del lado de los servicios especializados que separan entre 'normales' y personas etiquetadas como 'discapacitadas' y, por consiguiente, discriminadas y excluidas socialmente en todos los ámbitos. O incluso desde ellos mismos.

Si entendemos la figura del asistente sexual como una herramienta para el empoderamiento personal, como su homónima, la del asistente personal, pero en materia de sexualidad, entonces no es posible hacer distinción ni categorias entre los usuarios de estos servicios en función de las diferentes diversidades funcionales existentes. Eso sería una contradicción partiendo de la idea de que la diversidad funcional es una contrucción sociológica que etiqueta aquello que en realidad es una cuestión de diversidad humana.

Foto: Centro Ocupacional Taller Rafael para Personas con Discapacidad Intelectual

Todo el mundo es capaz de tomar decisiones sobre su propia vida, cada uno en la medida de sus posibilidades, y contando con la ayuda de apoyos técnicos y humanos, como por ejemplo lo es la asistencia personal. Pensar lo contrario nos reconduce hacia los estereotipos de normalidad, que no son más que consensos culturales.

Además de la posibilidad de asistente personal, las personas que la sociedad considera que no pueden decidir algunas cosas por si mismos cuentan con la protección de su tutor, el cual, bien entendido, debe de ayudar en la toma de decisiones y procurar que estas no causen agrabio alguno a la persona con diversidad funcional. Lo que en ningún caso debería de producirse es la cerceneración de determinados derechos, como pueden ser los derechos sexuales, con el fín de sobreproteger. Si eso sucede, el problema es ajeno a lo que es la propia diversidad funcional. En cualquier caso, el tutor estaría a día de hoy autorizado a prohibir el uso de un servicio de asistencia sexual, lo cual no justificaría en ningún caso que una tercera persona sea la que decida quién es su pareja sexual porque la propia persona beneficiaria del servicio puede escoger según sus criterios, como hacen los 'normales', pero que seguro que no son los mismos criterios que establecen las leyes de la normalidad médica y/o psicológica.

Tampoco se puede confundir autogestión con el derecho a la vida independiente, que no es hacerlo todo por uno mismo, sinó el derecho a decidir por uno mismo y a tomar las riendas sobre la propia vida, cada uno en la medida que pueda y con las ayudas necesarias para hacerlo.

Que todos somos interdependientes en esta sociedad altamente especializada es incuestionable, pero no por ello tenemos que abdicar a la toma de decisiones que atañan a nuestra propia vida. Hacerlo sería como dejar que otro decidiera cada día qué ropa nos ponemos, qué comemos o con quien tenemos que tener relaciones sexuales, cuando, de qué manera, con cuanta frecuencia...

Por lo tanto, quién no está por la autogestión está por el asistencialismo, la caridad, la anulación de la personalidad, la sobreprotección, la dependencia, la patologización, el aniquilamiento de la diversidad, el apartheid... y no por la riqueza de la diversidad humana y sexual desde la libertad personal y la autodeterminación.

Defender una sexualidad controlada y dirijida por terceras personas no conduce a ningún cambio respecto a la sexualidad que ya tienen (o no) la mayoría de personas con diversidad funcional, solo a un acceso anecdótico a la sexualidad de unas cuantas decenas de personas y a un cambio en las arcas de unos pocos que se erigen como subclase a costa de los más deviles, creando un problema de endodiscriminación dentro del colectivo de personas discriminadas por su diversidad funcional.

La figura del asistente sexual tiene que ser una herramienta (y no una finalidad en si misma) precisamente para que cambie la visión que la sociedad tiene respecto a las personas con diversidad funcional (niños eternos y asexuados) y, a través de ese cambio en la percepción social, se establezcan relaciones entre iguales y no desiguales y de dependencia. Y si no es así, no mejoramos la igualdad de oportunidades, los derechos y la dignidad de todas las personas etiquetadas como 'discapacitadas' independientemente de que elijan o no usar esta opción sexual desde la libertad y la intimidad personal.

Además, el modelo de autogestión también es beneficioso para la dignidad y los derechos (laborales, civiles, del contribuyente...) de las personas que ejerzan la asistencia sexual como profesión, pues les proporciona autonomía laboral, evitando así problemas de trata y esclavitud sexual, tan vinculados a los servicios sexuales.

viernes, 6 de marzo de 2015

Reflexiones de una persona con lesión medular adquirida sobre la asistencia sexual

Que lindo que se haya generado este debate. Que importante es que nos animemos a hablar de estas cosas. Hace no mucho tiempo la sexualidad y la discapacidad eran un tabu en nuestra sociedad. He leido los comentarios de todos ustedes y creo q es importante que como persona con discapacidad me haga cargo de seguir el debate y ofrecer mi punto de vista, el cual no es mas que eso: Un simple punto de vista.

Antes que nada quiero contarles que en mi caso, siendo una persona con una discapacidad adquirida, producto de una lesión medular, he tenido que redescubrir entre otras tantas cosas mi sexualidad desde los 20 años. Digo desde porque hasta hoy continuo conociendome y redescubriendome. 

La primera vez que tuve una relación sexual despues de mi lesión fue con dos "cenicientas de saldo y esquina". No cabe otro calificativo para aquellas dos mujeres que una noche en Montevideo, 14 meses despues de mi accidente, me ayudaron a dar el primer paso contra uno de mis mayores fantasmas post lesion: El sexo. 

Nunca me gusto pagar por amor, pero con 21 años, una lesion medular cervical c-7 y mucha incertidumbre imagine que la "exigencia" de dos profesionales del sexo (juro que me hicieron 2 x 1) no me generaria tanta presion. Tenia miedo de "fallar" (el maldito ego del macho) con una amiga o una novia. Era virgen otra vez y debia aprender todo de nuevo. Lo desconocido, muchas veces, ademas de interrogantes produce miedo y mas aun si de sexo se trata. 

Me era necesario atravezar esa instancia. De hecho, tuve la enorme suerte de no tener que volver a pagar hasta hoy, pero ante las necesidades (son psiquicas y fisicas), si en algun momento hiciera falta, lo volveria a hacer. 

Si hubiese podido trabajar en mi redescubrimiento con una asistente sexual lo hubiese hecho. Probablemente hubiese sido la terapia mas divertida, pero tambien una de las mas importantes junto a kinesiologia y la terapia ocupacional. Alguien dijo "el sexo es salud" y vaya que tenía razon. El sexo en rehabilitacion es bastante tabu. Muchas personas cuando son externadas no tienen idea de como comenzar o recomenzar su vida sexual . Muchas veces porque no se les informa, muchas otras porque la verguenza no les permite asesorarse y esto se debe a la ausencia de una terapia de abordaje sexual en todos sus contenidos teoricos y practicos.En muchos casos la informacion llega a traves de un par (no siempre con la misma patologia) que desde lo vivencial nos trasmite su experiencia (muchas veces sin un aval profesional) "evacuando" las dudas. Pero claro, aca comienza el lio (si es que no comenzo aun porque estamos hablando de sexo y discapacidad). Lei comentarios que hablaban de prostitucion y ese es uno de los puntos en donde quiero detenerme. Tanto prostitutas como taxi boys no estan formados en el abordaje de patologias como autismo, sindrome de down , paralisis cerebral o retraso madurativo entre otras tantas discapacidades. Las personas que padecen estas patologias desde su nacimiento muchas veces quedan marginadas de una vida sexual por la ausencia de terapias de abordaje sexual puro. Ellos tambien son personas con necesidades sexuales. Atraviesan los mismos estadios en donde la necesidades sexuales se pone de manifiesto. Prostitutas y o taxiboys muchas veces no acceden a tener relaciones con muchas personas con discapacidad por la apariencia o las conductas de los potenciales "clientes" o tampoco acceden por desconocer la manera de relacionarse con por ejemplo, un adolecente con tgd. 


Seria un paso adelante como sociedad incluir sexualmente a las personas con discapacidad. No todas las personas con discapacidad tienen la suerte de poder tener una pareja, amigo con derechos, filito, etc. Y no por ser lindos o feos, sino que por el simple hecho de ser "discapacitados"????? No seamos hipocritas entre los que tenemos alguna discapacidad diciendo que "todos tenemos las mismas capacidades de conquistar a alguien" porque seria como tapar el sol con la mano. Tampoco podemos esperar que "quienes nos ven iguales o diferentes abran sus mentes" porque hay discapacidades y discapacidades. Por ejemplo, una persona con lesion medular no tiene las mismas dificultades para relacionarse interpersonalmente que una persona con paralisis cerebral severa, pero a la hora de la sexualidad todos somos seres sexuales con necesidades de satisfacción como cualquier hijo de vecino. 

Ojala que este debate siga. Ojala que en un futuro exista esta modalidad de "asistentes sexuales" en los centros de rehabilitacion, tanto para hombres como para mujeres. Aclaro esto porque alguien interpreto que el tema en el articulo se planteaba como una" nececidad masculina". Evidentemente esa "lectura" fue todo lo machista que el articulo no es, ya que lo que se busca con esta asistencia sexual (asistentes hombres y mujeres) es poder abordar la sexualidad (necesidades fisicas y mentales) de hombres y mujeres con discapacidad cualquiera sea su sexo.

Por favor separemos genitalidad y sexualidad. Todas las personas tenemos derecho a la sexualidad por el simple hecho de ser seres sexuales. Las personas con discapacidad pueden ser heteros, gays, lesbianas o bisexuales porque tambien son seres sexuales. La sexualidad se vive como necesidad de busqueda de placer. "Nuestro psiquismo mejora y nuestro autoestima es mayor cuando podemos vivir con otra persona nuestra sexualidad" sic. 

"El sexo es lo que nosotros tenemos, la sexualidad es algo que nosotros somos" Ana Freud.


Alexis Padovani

sábado, 21 de febrero de 2015

La asistencia sexual, una vivencia suprasensorial

Autor: Cupido asistido


Lo he vivido como una liberación emocional, una experiencia de independencia en la que todo el cuerpo actúa como un vehículo conductor y canalizador entre dos energías que se funden en una sola.

La asistencia sexual no tiene nada que ver con la prostitución.

El placer corporal fue un medio no un fin, el erotismo se convierte en una vía de autoconocimiento y verdadera identificación con nuestro yo, más desconocido, profundo e íntimo. La sexualidad tiene una gran parte de espiritualidad, aunque evidentemente desprendida de cualquier connotación religiosa, es decir, sin etiquetas que la ensucien o criminalicen.

El hombre con el que he tenido la suerte de compartir ése río de sensaciones y continua emotividad que brotaba incesantemente en cada momento del masaje que juntos compartimos. El sexo tántrico es en el siglo XXI aún un gran desconocido. Sin embargo es la mayor expresión de libertad y sinceridad vivida mucho más allá de la genitalidad.

El simple y sencillo acto de que tu asistente sexual te desvista, se convierte en algo mágico lleno de sensibilidad, afecto, respeto hacia el cuerpo del otro y el nuestro propio, un «juego» repleto de complicidad.

Una vez desnudos desaparecen los miedos, los tabúes y confusiones que siempre surgen ante lo que nos es nuevo y a la vez atractivo, estimulante y, porque no decirlo, un tanto misterioso.

Un buen asistente sexual en mi opinión es aquel que nos ayuda a vivir la sexualidad y el sexo sólo como una parte de la misma. La sexualidad de forma plena y el sexo sólo como una parte de la misma. Pues sexo y sexualidad, a pesar de compartir una raíz morfológica común en lo lingüístico, son términos con una gran diferencia en su significado práctico. El sexo como complemento de la sexualidad es un instrumento, pero no es la finalidad última. Sin duda el día 8 de febrero de 2015 marcará un antes y un después en mi forma de entender el sexo, la sexualidad, la profundidad del ser humano, y, cómo no, de entenderme a mí mismo con respecto a la realidad y al abordaje de mi sexualidad.

Hay veces en las que podemos sorprendernos a nosotros mismos alcanzando en cada gesto, en cada caricia, en cada instante del masaje un micro orgasmo interno simplemente sintiendo el calor de la otra persona rozando nuestro cuerpo, o su aliento estremeciendo no solo cada milímetro de la piel, sino también conectando con nuestros órganos internos, haciéndolo vibrar a través de la energía que genera la ternura y el cuidado transmitido y ofrecido recíprocamente.

Ha sido un acto de placer continuo alcanzado no desde el egoísmo, sino desde la mutua generosidad. Resulta difícil plasmar con palabras el lienzo en el que se convirtieron nuestros cuerpos, un lienzo en el que se dibujaban dos hombres entregándose con el único y a la vez maravilloso objetivo de conectar sus almas entre sí, trascendiendo de lo meramente corporal. Para llegar a lo más auténtico, aquello que realmente nos distingue y diferencia como seres humanos traspasando los límites de lo socialmente establecido como «sexo» convirtiéndose la sexualidad en la expresión más sublime e intensa de comunicación.


Estas palabras no surgen desde una idea romántica de la sexualidad sino, del torbellino de sensaciones que han dado verdadera vida a partes de mi ser tanto exterior como interiormente que parecía haber olvidado.

La mitología de la no sexualidad en las personas con diversidad es una auténtica falacia, y créanme que por suerte para mí lo digo sabiendo perfectamente de lo que hablo, pues he podido disfrutar de todo ello en primera persona y en el sentido más amplio de la expresión DISFRUTAR, alcanzando aquello que en nuestra cultura occidental definimos como «el clímax»,. Con esto quiero decir que, cada suspiro, cada gemido e incluso las fragancias corporales iba implícita una mutua manifestación de gratitud.


jueves, 4 de diciembre de 2014

La asistencia sexual sí existe: algunas respuestas para seguir pensando el modelo “del placer”

Al hilo de la aparición en las redes sociales de la nota "¿Existe la asistencia sexual?", Víctor Ariel Pagano, filósofo y miembro de Sex Asistent Argentina, escribe el siguiente post...

El 2 de diciembre, Iñaki Martinez García, presidente de la Asociación de Profesionales de la Asistencia Personal de España, publicó una nota en la página de la asociación titulada “¿Existe la asistencia sexual?” (http://www.asociacionasap.es/existe-la-asistencia-sexual/). Esta nota finaliza con algunas preguntas que el autor deja sin responder y que retomaré en esta breve entrada. Sin embargo, tuve el placer no sólo de conocer personalmente al autor, sino además de verlo trabajar y charlar con él, por lo que tengo cierta seguridad de que el haber dejado esa preguntas sin respuestas deberíamos leerlo más como una invitación al debate como que como una carencia de opinión al respecto. La nota es interesante, en tanto marca algunas tensiones presentes en el debate sobre la definición que debería adoptarse para dicho concepto, en torno a tres “modelos” o paradigmas: el de la terapia, el del placer y el del voluntariado. Si bien los invito a leerla, para ganar en agilidad (inevitablemente necesaria para la lectura desde la web) copio aquí algunos breves pasajes. Promediando la nota, Martinez García pinta un cuadro de la situación: 
...he podido comprobar que, en general, a la hora de abordar este tema existen dos enfoques distintos. Por una parte el enfoque terapéutico, en el cual la figura del asistente sexual no es ni más ni menos que la del surrogate, es decir, es lo mismo pero con otro nombre. Y por otra parte el enfoque que podríamos llamar “del placer”, sin terapia, que no es más que sexo a cambio de dinero, es decir, trabajo sexual, pero otra vez el mismo perro con distinto collar. Por último existen algunas experiencias, a mi modo de ver no muy acertadas, que consisten en abordar la asistencia sexual desde el voluntariado, con la única intención de esquivar un tema por desgracia todavía complicado, como es el del trabajo sexual.” 
Como podemos ver, se delinean aquí tres modelos, dentro los que a la vez podríamos encontrar submodelos: el que proviene de los abordajes terapéuticos de la sexualidad, que no necesariamente quiere decir que encaren la sexualidad en sí misma como una terapia; el modelo “del placer”, que sería en realidad una especie de disfraz para el trabajo sexual; y un tercer modelo que no es tomado del todo en cuenta por el autor, el del voluntariado. Nuestra posición claramente se encuentra dentro del segundo modelo, el del placer, y por ese respondo aquí. El modelo “del placer” no reniega de su fuerte relación con el trabajo sexual. Si estamos pensando en la sexualidad como fuente de placer -para concentrarnos en ese aspecto de la sexualidad, porque tampoco desconocemos que la sexualidad tiene otras dimensiones importantísimas- resulta lógico pensar que dicha actividad sea ejercida por quienes brindan dicho placer sexual a cambio de dinero. Sin embargo, no creemos que se trate de otro collar para el mismo perro. La sexualidad de las personas presentan características siempre particulares, pero dentro de esas particularidades pueden establecerse, aunque fuese de manera heurística, algunos patrones. Esos patrones pueden hacer al placer, pero también al cuidado. Nadie forzaría, por ejemplo a una persona de edad avanzada con antecedentes cardíacos, a prácticas sexuales que requieran un esfuerzo físico muy intenso. Llevar el placer a esos límites sería irresponsable. 

Muchas veces, consideraciones de este mismo tipo, que hacen al cuidado -y “cuidado” toma aquí un sentido casi “técnico”, que en nada quiere relacionarse con el sentido ancestral de cuidado como “guarda”- en las prácticas, son desconocidas en cuanto a la necesidad de su aplicación en personas con diversidad funcional. Difundir la necesidad y la oportunidad de estos cuidados es parte de una sexualidad más placentera. Llamamos, por tanto, “asistencia sexual” a una práctica propia del trabajo sexual que está adecuadamente informada de esa necesidad y esa oportunidad y que, al menos por el momento, no es para nada mayoritaria como para poder considerar que “asistencia sexual” y “trabajo sexual” puedan identificarse. 

Hecha esta aclaración, pasemos entonces a las preguntas que sugiere el Martínez García: 
La definición ¿debería venir de las propias personas con diversidad funcional, de la misma manera que se definió la figura del asistente personal? 
No intento poner en duda las prerrogativas propias de un colectivo para definir aquellos aspectos de su propia vida que les incumbe especialmente, pero creo necesario mencionar que la voz del colectivo es imprescindible, pero en lo personal, no creo que debería que ser exclusiva. El colectivo de personas con diversidad funcional (y si es que consideramos que la idea de diversidad funcional nos permite a hablar de “colectivo”, por mor del argumento vamos a suponer que sí) es un colectivo con características particulares: existen miembros del mismo en todas las clases sociales, en todas las profesiones, en todas las religiones, etcétera. No es un colectivo que se agrupe en torno a características propiamente nacionales, por ejemplo, confinado a determinados roles dentro de la sociedad como es el caso de muchos inmigrantes en muchos lugares del mundo -aunque no se puede desconocer tampoco que en muchos casos las personas con diversidad funcional siguen siendo activa o pasivamente segregado de la vida en la sociedad. Por eso podríamos pensar que las relaciones con otros “roles” en la sociedad está dado de hecho y eso diluye en parte la importancia de extender los diálogos a todos los que quieran tomar parte. Sin embargo, desde este enfoque, existe al menos otro colectivo interesado: el de quienes lleven a cabo la asistencia sexual. Por lo que ya tenemos una primera respuesta a la pregunta. 

Ahora, ¿deberían ser estos dos grupos quienes monopolicen por tanto la iniciativa y el diálogo sobre la temática? Sinceramente, no veo por qué, en tanto se respete la participación preponderante de estos dos grupos. 
¿Debe estar vinculada a la figura del asistente personal, adoptando de esta su forma de hacer las cosas y la filosofía de la cual proviene, la filosofía de vida independiente, aportando de esta manera, una continuidad en los apoyos para que la persona con diversidad funcional pueda gestionar su vida de la misma forma, sea cual sea el ámbito en el que se encuentre? 
Sin duda la asistencia sexual debería permitir a las personas con diversidad funcional tomar sus propias decisiones en cuanto a las prácticas a llevar a cabo. Pero en esto no difiere de otras formas de contrato por trabajo sexual. En tanto permite concretar diferentes prácticas en torno a la propia sexualidad, creemos que es una forma de “gestionar su vida”. 

Por otro lado, esos cuidados de los que hablamos nos permiten también hablar o no de “acompañamiento sexual” para parejas, donde un tercer miembro, activo o no en la práctica, facilita el encuentro sexual. En este segundo sentido la noción de “acompañamiento” parece verse todavía más emparentada aquí con la de “apoyo”. 
Si dejamos a un lado las tareas que le corresponden a la figura del surrogate y al trabajo sexual ¿Qué tareas realizaría el asistente sexual? 
Quizá esta sea una pregunta que no nos atañe del todo, en tanto no renegamos de la relación con el trabajo sexual. Y de hecho, la pregunta implica la idea de que la asistencia sexual es una figura esencialmente distinta a esas otras dos que menciona. En lo personal, no encuentro otras “tareas” a realizar, ni entiendo por qué no podrían realizarlas de acuerdo a lo descripto más arriba.
¿Podrían estas tareas ser incorporadas a las tareas del asistente personal? 
Esta pregunta viene a mano de la anterior. Y, efectivamente, podrían, de estar de acuerdo ambas partes. No entraré aquí a mencionar si es conveniente o no, si los roles podrían tornarse confusos o largos etcéteras que nos alejarían del punto nodal, porque no se trata de comprimir dentro de reglas y recetas estrictas. La sexualidad ya ha probado esos caminos (y está saliendo de ellos espantada). Pero para un análisis más detallado sobre el tema, los invito a revisar esta entrada del blog de Rafael Reoyo, “Cuerpos abyectos entrelazando vidas”, de quien citaré a su vez una última reflexión: 
Cuando hablamos de asistencia o acompañamiento sexual no inventamos nada. Simplemente pretendemos ampliar unos derechos ya existentes hacia el colectivo de personas con diversidad funcional, en base a las solicitudes de sus protagonistas empoderados y orgullosos de su cuerpo. En ningún caso, debe de ser considerada la única opción sexual para estas personas.
Como opción libre, independiente e informada es una alternativa para aquellas personas con diversidad funcional que no pueden satisfacer sus necesidades sexuales o que encuentran grandes dificultades para lograrlo. Todas las personas somos seres sexuados y tenemos el derecho y la necesidad de disfrutar de relaciones sexuales plenas, saludables y placenteras. Por desgracia, existe un porcentaje muy alto de personas con diversidad funcional que no tiene acceso a compartir su sexualidad con otra persona y, a menudo, ni siquiera acceso a su propio cuerpo.
En ese sentido la asistencia sexual no es un fin en si mismo, sino un medio para ayudar a cada persona a encontrar la manera de vivir su sexualidad. No se trata simplemente de cubrir una necesidad inmediata, sino de descubrir, de sentir, de desear y ser deseado, de autoestima, de empoderamiento...”

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Cuerpos abyectos entrelazando vidas (Somateca, 28 de noviembre)

El pasado día 28 fuimos invitados a participar a la mesa 'Diversexx[y]s' enmarcada en las 'Jornadas creep-queer: Cuerpos abyectos entrelazando vidas', organizadas por el colectivo Somateca en el Museo Nacional Reina Sofía de Madrid. A continuación resumo la aportación de Sex Asistent a los principales temas tratados allí...


Las actuales alianzas entre colectivos discriminados sintetizan dos luchas históricas:
  • La de los derechos civiles y sexuales en igualdad de oportunidades de las personas con diversidad funcional
  • La de los movimientos disidentes al sometimiento político de los cuerpos por los estándares de belleza y de una sexualidad estandarizada. En esa rebelión al sometimiento del cuerpo y los derechos sexuales, por primera vez se visibilizan las personas con diversidad funcional como sujetos de derechos orgullosos de sus cuerpos diversos y en rebeldía ante modelos hegemónicos de cuerpos y de practicas sexuales. 
La idea de divertad propuesta por Javier Romañach es vinculable al ámbito de la sexualidad. La idea persiguiría crear una sociedad diversa y, desde ella, una humanidad inclusiva.
En ese sentido, Sex Asistent es un agente de cambio, de transformación, de reveldía y de resistencia al sometimiento del cuerpo, de la diversidad humana y de la sexualidad como dispositivo de control. Es un proyecto internacional, presente en 6 países (España, Argentina, Venezuela, Colombia y Francia), de índole académico y de investigación sobre sexualidad en diversidad con enfoque en DDHH y de promoción de la asistencia sexual como herramienta de empoderamiento e igualdad de oportunidades creado por Silvina Peirano en 2012 en Barcelona a partir de los espacios de Mitología de la Sexualidad Especial y Sex Asistent y la Filosofía de Vida Independiente como base ideológica. Propiciamos espacios de acción y participación (encuentros, charlas, debates...) para la difusión de la figura del asistente sexual dentro del amplio marco referencial de la sexualidad, la diversidad funcional y la asistencia/acompañamiento sexual.

La relación que mantiene la sociedad con las personas con diversidad funcional suele ser de subordinación. Nosotros proponemos el empoderamiento de las personas con diversidad funcional a través de su sexualidad, y creemos que solo de esta forma dejaran de ser vistos como niños eternos y asexuados para pasar a ser considerados personas adultas empoderadas que toman decisiones entorno a su propia vida. Por lo tanto, la propuesta nos lleba a un modelo social de diversidad inclusiva y en divertad, es decir, en libertad y con dignidad, en la que quepamos todas/os. Y eso es el primer paso para considerar a las personas con diversidad funcional como seres no solamente sexuados sinó como objeto de deseo, porque la diversidad quedará asimilada socialmente como algo natural. 

Además, este proyecto aporta a la sociedad en general un replanteamiento de los modelos de sexualidad-es y de entender y asimilar la diveridad humana, porque la sexualidad es diversa en si misma.

Cuando hablamos de asistencia o acompañamiento sexual no inventamos nada. Simplemente pretendemos ampliar unos derechos ya existentes hacia el colectivo de personas con diversidad funcional, en base a las solicitudes de sus protagonistas empoderados y orgullosos de su cuerpo. En ningún caso, debe de ser considerada la única opción sexual para estas personas.

Como opción libre, independiente e informada es una alternativa para aquellas personas con diversidad funcional que no pueden satisfacer sus necesidades sexuales o que encuentran grandes dificultades para lograrlo. Todas las personas somos seres sexuados y tenemos el derecho y la necesidad de disfrutar de relaciones sexuales plenas, saludables y placenteras. Por desgracia, existe un porcentaje muy alto de personas con diversidad funcional que no tiene acceso a compartir su sexualidad con otra persona y, a menudo, ni siquiera acceso a su propio cuerpo.

En ese sentido la asistencia sexual no es un fin en si mismo, sino un medio para ayudar a cada persona a encontrar la manera de vivir su sexualidad. No se trata simplemente de cubrir una necesidad inmediata, sino de descubrir, de sentir, de desear y ser deseado, de autoestima, de empoderamiento... Con la creación de la figura del asistente sexual se demuestra que las personas con diversidad funcional, por el echo de serlo, no tienen problemas para ejercer sus derechos sexuales siempre y cuando cuenten con los apoyos técnicos y/o humanos necesarios. Cualquier problema en este sentido es derivado de la discriminación, el apartheid y la anulación de la personalidad a la que a menudo son sometidos y que no les permite vivir en comunidad y en igualdad de oportunidades, y también por el rechazo social hacia sus cuerpos alejados de los estándares estéticos. Por lo tanto, no son susceptibles de terapias relacionadas con su sexualidad por el mero hecho de ser diferentes a la mayoría estadística.

En cuanto a si la asistencia sexual es o no prostitución creemos que es un debate estéril, porque hay tantas opiniones y matices como personas. La asistencia sexual es, ante todo, un acuerdo libre entre dos personas y, como tal, debe de ser respetado y no ser tratado únicamente desde las creencias éticas, morales y religiosas de terceras personas. Por ese mismo motivo, tampoco vemos viable esperar a que la figura del asistente sexual se normalice y regularice. Si consideramos que los derehos sexuales son un derecho humano (así lo reconoce la OMS) no necesitamos la aprovación de nadie para ejercerlos. De lo contrario, los prejuicios morales asfixiarian el desarrollo personal de todo un colectivo de personas discriminadas por su diversidad funcional.

Lo que está claro es que el concepto de prostitución debería de ser revisado. Este no es más que un oficio en el cual una persona decide realizar un trabajo especializado con su propio cuerpo a cambio de una retribución económica. Pero es que eso es exactamente lo que se hace en toda relación laboral. Con la coyuntura socioeconómica actual, gracias a la cual la explotación laboral se generaliza en pro de la productividad y el beneficio desmesurado, se ven obligadas a 'prostituirse' millones de vidas a cambio de salarios irrisorios y condiciones laborales denigrantes.

Los biopoderes han trasgiversado la personalidad, como rasgo identitario y diferenciador del resto de inviduos, con la identificación del individuo mediante su cuerpo dominado por los poderes médicos y estéticos de sometimiento del cuerpo. Y es en ese error dónde se confunden los términos, pues en cualquiera de los servicios sexuales de pago, el que contrata el servicio no paga para comprar al trabajador del sexo, ni tampoco su cuerpo entendido cómo objeto, sino el servicio que ofrece. Y si el problema es que ese trabajador muestra su cuerpo desnudo, también lo hacen voluntariamente muchas otras personas desde sus respectivas profesiones, por ejemplo actores y actrices, y nadie se rasga las vestiduras por ello.

Por su parte, el orígen etimológico de la palabra 'asistir' hace referencia tanto a "estar presente" como "ayudar". Sin embargo, la nomenclatura 'asistente/a' se asimila demasiado a 'asistencialismo', que es precisamente justo lo contrario que se pretende con la Filosofía de Vida Independiente con la figura del asistente/a personal. Para evitar malos entendidos y confusiones, consideramos que deberían también revisarse esos términos para adecuarlos a lo que realmente se refieren sin que haya ninguna ambigüedad: ayudas humanas para que las personas con diversidad funcional tengan igualdad de oportunidades.

El nombre pues de asistencia sexual se usa por analogía ideológica. Esta actividad existe y es legal desde hace casi 30 años, mucho antes de que en España ni siquiera se hablara de asistencia personal para personas con diversidad funcional. Nosotros consideramos que las dos figuras laborales no deben de recaer en la misma persona. Primero porque nadie tiene derecho a saberlo todo de una misma persona, vulnerándose así el derecho a la intimidad de las personas con diversidad funcional.

Segundo, porque vinvular la asistencia sexual a la asistencia personal supondría una discriminación dentro de la discriminación. Actualmente, los beneficiarios en España de un servicio de asistencia personal son una inmensa minoria. Por lo tanto, vinculadar las dos cosas supondría una exclusión dentro de la exclusión como es la diversidad funcional respecto al conjunto de la sociedad.

Y tercero, porque al ser una relación laboral en la que el 'asistido' se encuentra en una relación laboral de poder (es el que selecciona y contrata mediante pago directo), podrían crearse relaciones de dominación invertidas. Para evitarlas, mientras que la relación laboral con el asistente personal si que puede ser contractual por periodos largos y sus quehaceres estan más o menos claros, el asistente sexual solo podría ser contratada para realizar un servicio concreto y determinado en el tiempo para garantizar los derechos por ambas partes.

jueves, 2 de octubre de 2014

Camino a la divertad...

Es una cuestión clave que se creen los medios necesarios para que las personas con diversidad funcional puedan empoderarse, y Sex Asistent considera que no hay mejor forma que a través de su sexualidad. Para cualquier persona (sin diversidad funcional), la sexualidad no es un fin, sino un medio con el que lograr la plenitud de su existencia (física, psíquica, emocional, etc...). Pues para las personas con diversidad funcional debe de ser lo mismo. ¿Cómo? Empoderándolas a través de algo tan personal como la propia sexualidad.

Las personas con diversidad funcional quieren hacer lo mismo que el resto de personas, lo que a menudo necesitan de ayudas técnicas y/o humanas para hacerlas. Si les damos un servicio de asistencia sexual y nada más, no solo no las empoderamos, sino que recaemos en un servicio 'especial' y segregador, lo cual todavía es peor. La sexualidad se convierte así en una anécdota para unos pocos privilegiados, y con ella no se consigue nada más que satisfacer unas necesidades primarias inmediatas para esos pocos individuos.

Si lo que queremos es que las personas con diversidad funcional se empoderen, tomen las riendas de su vida, ejerzan su autonomía personal y una vida independiente, tienen que ser ellos los que decidan en todos los ámbitos de la vida... ¡Nada sobre nosotros sin nosotros!


La sociedad civil, las administraciones, los agentes sociales,,, pueden (y deben) colaborar a que ese entorno exista, pero deben de ser ellos mismos, empoderados, los que decidan quién, cómo, cuando, dónde... Para eso, no solo tiene que existir el servicio de asistencia sexual, para salvar así los prejuicios y estereotipos sociales entorno a la sexualidad en diversidad funcional y también entorno a las corporalidades no normativas, sino que debe de ser un servicio de autoservicio, exactamente igual que el de asistencia personal.

Con el acceso generalizado de los personas con diversidad funcional a la sexualidad activa, cambia la imagen, y la relación, de la sociedad en relación a las personas con diversidad funcional, porque así pueden dejar dejar de ser considerados ángeles asexuados o niños eternos, sino que serán personas empoderadas que toman decisiones sobre su propia vida. Por tanto, las relaciones entre personas con diversidad funcional y sin diversidad funcional dejarían de ser de sumisión para pasar a ser de igualdad. Además, con todo ello, la diversidad humana se puede convertir en algo natural y asimilable por toda la sociedad.


*Nota: Divertad es una palabra inventada por Javier Romañach, que resume la lucha las personas con diversidad funcional: vivir en libertad y con dignidad.

jueves, 7 de agosto de 2014

La asistencia sexual desde la Filosofía de Vida Independiente, la Sexología y sus protagonistas (1/3)

Como dijimos en otro post de este blog (I Jornada sexologia y diversidad funcional Sex Asistent-Sexorum), en mayo realizamos unas jornadas conjuntas entre Sex Asistent y Sexorum entorno la sexualidad en diversidad funcional y la asistencia sexual.

Ahora os invitamos a ver el video resultante de la intervención de Silvina Peirano, dentro de la mesa redonda 'La asistencia sexual desde la Filosofía de Vida Independiente, la Sexología y sus protagonistas', en la que ambién ntervinieron Antonio Cubillo y Rafael Reoyo.



miércoles, 23 de julio de 2014

Asistencia sexual: relato en primera persona

Reproducimos aquí la entrada 'Asistencia sexual', publicada el 22 de julio de 2014, en el blog de Pedro Pimentel, Los Sentimientos en la Discapacidad, por el interés que suscita. Trata de como una persona con diversidad funcional, con parálisis cerebral, se siente durante y después de una relación con su asistente/a sexual.

En palabras de Silvina Peirano, éste es un relato personal sobre una experiencia personal: redundante?....no si tienes una diversidad funcional; donde las historias son contadas y protagonizadas por otrxs.

El testimonio no sólo aporta otra visión sobre la asistencia sexual, sino que empodera las búsquedas independientes de quienes elijan la asistencia sexual como opción, en un marco de respeto y equidad... y de paso: renovamos el repertorio clásico de aquello que solemos denominar: sexualidad humana!

Todo este tiempo en que lleva en funcionamiento este blog, en las diferentes etapas, detrás de mis relatos, que eran reflexiones sobre mis inquietudes en el campo de La Sexualidad en la discapacidad, se escondía la necesidad de encontrar respuestas… No pude encontrar estas respuestas yo solo pero gracias a mi creatividad y a este blog fui sacando las pequeñas cosas que  me preocupaban en este terreno e indagando sobre el tema conseguí ponerme en contacto con diferentes personas que me ayudaron a disipar mis dudas y a liberar mis miedos.

Mi Parálisis Cerebral me limita en muchas cosas, el terreno de las chicas con diversidad funcional es muy complicado, desgraciadamente somos eternos niños a los que nuestras familias sobreprotegen y especialmente cuando damos muestras de inquietudes en el terreno de La Sexualidad. Con una diversidad funcional en tu vida, la naturaleza de la sexualidad desgraciadamente desaparece o se convierte en un tema tabú y ya no digamos cuando intentamos conocer a otra persona con quien compartir experiencias… es casi una misión imposible.

He alcazado un ¿sueño…? ¿Una meta…? Simplemente una ilusión, la ilusión de estar íntimamente con una chica que me ayudase a descubrir eso que tantísimas veces leí, con el título de Asistencia Sexual, que puede confundirse con una prostituta especializada en personas con diversidad funcional, cosa equivocada. Verdaderamente mi compañera me hizo gozar y descubrir sensaciones hermosas que nunca antes había experimentado.

Nuestro primer encuentro empezó en mi habitación de trabajo, por fin a solas con mi compañera. Dejando puesta la música, que había seleccionado para la ocasión, giré mi silla de ruedas eléctrica y empezamos a movernos a ritmo de la banda sonora de La vida es bella.

Empecé a bajarle los tirantes del vestido que se quedó en la cadera y ella lo dejó caer hasta el suelo, y así, en ropa interior, fue a por  mi silla de ruedas manual, volvió sentada en ella y nos abrazamos. Continuamos desnudándonos y bailando. Me puso de pie, empecé  a quitarle los tirantes del sujetador, lo desabrochó y lo quitamos, ella continuó quitándome los calzoncillos y yo le bajé las braguitas.

Me llevó al cuarto de baño en mi silla manual, me sentó en la silla de ducha, graduamos la temperatura del agua y empezamos a mojarnos… todo era muy excitante. Al rato pedí ponerme de rodillas, empecé a querer tocar&nbsp su sexo. Después de besos y caricias y ya sentado de nuevo en la silla de ducha, cogió una toalla y nos secamos, fue a por mi silla de ruedas y fuimos hasta mi habitación, hasta mi cama… Me tiré en plancha, boca arriba, mi compañera me besó, me acarició y al ver mi estado de excitación me preguntó si quería probar la penetración. Cogió un preservativo de mi mesilla y me lo puso con delicadeza. Se colocó encima de mí e introducimos mi pene en su cuerpo, una sensación extraña que por mi estado de nervios me dolió un poco. Empezamos  a jugar, me acercó sus pezones, su boca, nos acariciamos… y de fondo mi música continuaba sonando.

Mi Para Elisa, unas de mis canciones preferidas, alcanzó mis sentimientos y los relajó, sintiéndome libre, sonriendo por dentro… verdaderamente en ese momento ambos sonreímos. La música se terminó, sacamos mi pene y ella se fue a ponerla de nuevo. Volvimos con el juego, nos giramos, cambiamos de postura, empecé a besarla el cuello, me  movió de tal manera que mi pene volvió a introducirse en su interior con tal suavidad que prácticamente no fui consciente de ello. Nos movimos acompasando nuestros cuerpos y al rato la saqué, deslizándome por su cuerpo, iba acariciando y besando toda su piel. Llegué a su sexo, lo lamí y toque, quiso que la tocase en algún punto, que lo explorara entero, sin embargo mi muñeca no pudo girar. Nuevamente nos giramos, el pene todavía erecto y duro, me quitó el preservativo y empezó a acariciarlo y a lamerlo y poco a poco a coger un ritmo que comenzó despacio pero se fue incrementando... Esa sensación me aceleró muchísimo el corazón, de repente tuve mi primer orgasmo y el semen salió disparado… finalmente el corazón se calmó, iluminando una gran sonrisa.

Después seguimos un rato más tumbados en la cama, hablamos de la estupenda experiencia, y antes de volver a la ducha le enseñé parte de “mis pequeñas cosas”.

Quiero que este artículo, que es un capítulo de mi vida, sirva para que más persones con diversidad funcional que puedan tener el término de Asistencia Sexual confuso, vean una experiencia real, con una Parálisis Cerebral.