miércoles, 8 de julio de 2015

La autogestión no es un capricho, es una necesidad

Cuestionar el modelo de autogestión en relación a servicios de asistencia sexual para personas con diversidad funcional es posicionarse del lado de los servicios especializados que separan entre 'normales' y personas etiquetadas como 'discapacitadas' y, por consiguiente, discriminadas y excluidas socialmente en todos los ámbitos. O incluso desde ellos mismos.

Si entendemos la figura del asistente sexual como una herramienta para el empoderamiento personal, como su homónima, la del asistente personal, pero en materia de sexualidad, entonces no es posible hacer distinción ni categorias entre los usuarios de estos servicios en función de las diferentes diversidades funcionales existentes. Eso sería una contradicción partiendo de la idea de que la diversidad funcional es una contrucción sociológica que etiqueta aquello que en realidad es una cuestión de diversidad humana.

Foto: Centro Ocupacional Taller Rafael para Personas con Discapacidad Intelectual

Todo el mundo es capaz de tomar decisiones sobre su propia vida, cada uno en la medida de sus posibilidades, y contando con la ayuda de apoyos técnicos y humanos, como por ejemplo lo es la asistencia personal. Pensar lo contrario nos reconduce hacia los estereotipos de normalidad, que no son más que consensos culturales.

Además de la posibilidad de asistente personal, las personas que la sociedad considera que no pueden decidir algunas cosas por si mismos cuentan con la protección de su tutor, el cual, bien entendido, debe de ayudar en la toma de decisiones y procurar que estas no causen agrabio alguno a la persona con diversidad funcional. Lo que en ningún caso debería de producirse es la cerceneración de determinados derechos, como pueden ser los derechos sexuales, con el fín de sobreproteger. Si eso sucede, el problema es ajeno a lo que es la propia diversidad funcional. En cualquier caso, el tutor estaría a día de hoy autorizado a prohibir el uso de un servicio de asistencia sexual, lo cual no justificaría en ningún caso que una tercera persona sea la que decida quién es su pareja sexual porque la propia persona beneficiaria del servicio puede escoger según sus criterios, como hacen los 'normales', pero que seguro que no son los mismos criterios que establecen las leyes de la normalidad médica y/o psicológica.

Tampoco se puede confundir autogestión con el derecho a la vida independiente, que no es hacerlo todo por uno mismo, sinó el derecho a decidir por uno mismo y a tomar las riendas sobre la propia vida, cada uno en la medida que pueda y con las ayudas necesarias para hacerlo.

Que todos somos interdependientes en esta sociedad altamente especializada es incuestionable, pero no por ello tenemos que abdicar a la toma de decisiones que atañan a nuestra propia vida. Hacerlo sería como dejar que otro decidiera cada día qué ropa nos ponemos, qué comemos o con quien tenemos que tener relaciones sexuales, cuando, de qué manera, con cuanta frecuencia...

Por lo tanto, quién no está por la autogestión está por el asistencialismo, la caridad, la anulación de la personalidad, la sobreprotección, la dependencia, la patologización, el aniquilamiento de la diversidad, el apartheid... y no por la riqueza de la diversidad humana y sexual desde la libertad personal y la autodeterminación.

Defender una sexualidad controlada y dirijida por terceras personas no conduce a ningún cambio respecto a la sexualidad que ya tienen (o no) la mayoría de personas con diversidad funcional, solo a un acceso anecdótico a la sexualidad de unas cuantas decenas de personas y a un cambio en las arcas de unos pocos que se erigen como subclase a costa de los más deviles, creando un problema de endodiscriminación dentro del colectivo de personas discriminadas por su diversidad funcional.

La figura del asistente sexual tiene que ser una herramienta (y no una finalidad en si misma) precisamente para que cambie la visión que la sociedad tiene respecto a las personas con diversidad funcional (niños eternos y asexuados) y, a través de ese cambio en la percepción social, se establezcan relaciones entre iguales y no desiguales y de dependencia. Y si no es así, no mejoramos la igualdad de oportunidades, los derechos y la dignidad de todas las personas etiquetadas como 'discapacitadas' independientemente de que elijan o no usar esta opción sexual desde la libertad y la intimidad personal.

Además, el modelo de autogestión también es beneficioso para la dignidad y los derechos (laborales, civiles, del contribuyente...) de las personas que ejerzan la asistencia sexual como profesión, pues les proporciona autonomía laboral, evitando así problemas de trata y esclavitud sexual, tan vinculados a los servicios sexuales.